martes, febrero 10, 2009

Cansada. Tanto declive, destrucción, atrincheramiento, me agotan.
Al límite. Siento que mi cuerpo se resquebraja poco a poco y sin ruido.
Mi espacio.Mi quietud. Mi silencio. Mi música.
El deber. La ayuda. La renuncia.
Cansada. Al límite. Socorro.

4 comentarios:

Ducados dijo...

Te echo una mano virtual en tu desesperación, pero claro, no sé si servirá de mucho...

Un abrazo.

lagave dijo...

Síííí, ya lo creo que sirve.Es bueno saber que hay alguien al otro lado de todo, que hay algo más que lo que te aliena. Muchas gracias, Ducadiños.Un beso.

Anónimo dijo...

Lagave. Si permaneces atrincherada el enemigo te arrollará, obviamente. La trinchera permite resistir durante un tiempo, pero si no hay ofensiva se perece dentro de ella sin posibilidades de salvación. Eso me lo contó mi padre que estuvo en una guerra. El ejemplo es ilustrativo, aunque odio los ejemplos bélicos. Por lo demás, ¿de qué estoy hablando? No tengo más pistas que tu texto confuso. Realmente, piensa: ¿te sientes tan al límite de pedir socorro?

Disculpa si me meto donde no debo. Ya sé que mi comentario parece de antiguo programa de radio de consejos a radioyentes. Pero me sensibiliza mucho el desasosiego de la gente (¿será porque me recuerda el mñio propio?) Aúpa.

lagave dijo...

Fackel, el desasosiego va y viene. Y, sí, a veces me siento tan al límite como para pedir socorro. Impotencia y soledad, acostumbrados como estamos a mantener el control de todo lo que nos rodea, son malas compañeras de viaje.
Estoy cansada.Intento seguir, a veces arrastrándome si es preciso. Cansada y harta. Pero el deber es el deber, y esa certeza pesa. Menos mal, este anticipo de primavera es reconfortante...
Saludos ¿soleados? Mañana veremos!