Andas hacia atrás con los brazos abiertos. Nada de lo que hay ante ti puede llegarte. Aunque quieras atrapar algo, abrazar algo, vas separándote de todo. Cada vez hay más distancia entre el resto y tú. Entre la vida y tú. Sólo los recuerdos y algún sueño que aún no se ha perdido permanecen, en una disincronía atroz contigo mismo. Lo que ves es lo que hay. Lo que hay no es lo que ves. Tú siempre miras más allá del horizonte.
Tortura en espiral, ascendente o descendente.
Quizá vaya siendo hora de despojarse de los apegos, los deseos, los velos que todo lo cubren. Y permanecer en paz.
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