viernes, febrero 16, 2007


Hablo contra la pared. Como si estuviera castigada. En realidad, debo estarlo. Siento el peso de los libros puestos sobre mis brazos en cruz, sí. Y a la vez oigo el canto de los pájaros, y una música que me habla de sitios que nunca veré. Ambivalencia. Irrealidad. ¿A qué jugamos?
Estoy encerrada. En posición fetal, como si de un zulo se tratara. Hecho de mí misma. Yo soy las paredes y el interior, contenedor y contenido. La música sigue sonando, diciendo que esos sitios están, ahí, allí. ¡Y yo, aquí, con estos pelos! ¿Y los pájaros? A lo suyo, demostrando que hay vida en el aire y restregandoselo a algunos, que no levantamos el vuelo por variadas razones.
Ya no bailo. Me he cortado las alas, me he atado de pies y manos. No me muevo. Sólo una parte de mi mente, la más auténticamente mía, vuela, para encontrarse consigo misma allá, en algún punto perdido de una extraña intersección.

No hay comentarios: