La estupidez, la cerrazón.... Frutos de una gran inseguridad, ese árbol que creció despacio acompañando su vida, arraigando dentro, muy dentro de él. Tanto, que las raices ahora mismo ahogan los intentos de movimiento que realiza impulsívamente, queriendo salir de esa pequeña parcela donde se ha quedado. Ese trozo de tierra que cada vez es más chico, que no da bastante alimento, y que comparado con lo que hay alrededor, apenas es un pañuelo.
Soplan vientos flojos , de dirección variable.A veces, entramos en calma. A veces, alguna racha parece que puede tumbarlo. Haría falta un huracán y aún así, dudo si sería capaz de derribar ese maldito árbol. A veces siento que me meto entre esas raices para intentar liberarlo y por un momento la vana esperanza de conseguirlo me alegra el alma, me hace mirar al cielo con ilusión.
Pero no. Todo se queda en vana esperanza. Sigo teniendo la esperanza, sin ver que es eso: vana, vacía, inútil. Yo no soy la prisionera, no soy el árbol, ni el viento. Soy sólo una espectadora obligada a estar presente, nada más. Y a sufrir viendo, impotente, cómo su vida se estrangula. Esa vida que yo le dí. A veces me pregunto perpleja, dolida, angustiada, por qué y para qué.
A veces, dónde nos llevará todo esto.
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