Los turbios manejos...Los que llevan a cabo unos para adueñarse de otros. Para poseer, para controlar, para ser amado.
No valen los caminos claros. No saben que existen. Siempre hay que torcer el camino, meterse en la hojarasca.
Arrugar el ceño, más o menos sutilmente. Guardar silencio. Mirar a otro lado.
Todo lo que siento ahora es viejo, muy viejo. Me ha acompañado desde que abrí los ojos y escuché la primera palabra y sentí el primer vacío.
Es la impronta. Mi impronta. Y la seguiré siempre, como hace toda cría que se precie.
Y la sufriré, también siempre. Aunque me empeñe en no hacerlo.
Me queda una esperanza, tenue y frágil como el hilo de una araña. Quizá alguna vez me vea como un cisne. Quizá pueda mirarme y ver algo mejor de lo que veo. Lo de nadar con los otros cisnes, lo dejaremos para otro día.