Hay un gato abandonado en el jardín. Es marrón oscuro casi negro, con ojos azules, larguirucho y delgado. Todos los días le bajo un poco de comida. Él lo sabe y me espera a las horas en que suelo salir. Me sigue, me da con su cabeza, maulla con fuerza. Sabe lo que le llevo. Tiene mucha hambre, pero nunca come sin más. Busca deseperadamente las caricias, deja pasar el tiempo antes de engullir su ración, como si tuviera más ansia de contacto que de pienso.
Curioso.Siento que este ser que no es de los míos me devuelve más de lo que le doy, casi como ninguno de los que me rodean. O será que me dan y yo no lo sé ver. Quizá. O será que paso la vida dando y recibo muy poco en realidad. Quizá. O quizá es que, vaya por Dios, me estoy haciendo muy mayor y mi destino es ser una viejecita rodeada de gatos. Pues mira tú que bien. Ójala que llegue pronto y acabemos de una vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario