miércoles, enero 23, 2008



En la vida suelen acompañarnos pequeñas cosas a las que no damos mucho valor por ser eso, pequeñas, y a veces simples. Y cotidianas. Y de puro vistas dejamos resbalar la mirada sobre ellas sin reconocerlas.
Pero son valiosas, mucho. Sin estas menudencias probablemente tendríamos ciertas carencias que no sabríamos como completar. Hoy he reconocido una de ellas: el campito que hay detrás de mi casa. Nada del otro mundo, arenoso como medio Madrid, secarral polvoriento en verano, páramo amarillo grisáceo en otoño, pero verde brillante con las lluvias del invierno y en la corta primavera. Válvula de escape cuando las paredes y los problemas amenazan con caerse encima. Ventana abierta al horizonte que nunca has de pisar. Mar de montañas azules donde navegar en solitario. Escenario de pájaros , sol, viento y alguna jara despistada, y de mis melancolías, sueños y fantasías. Tierra firme donde poner los pies y sentir lo auténtico. Hay muchos mundos, pero éste es el que tengo.

P.S. Y sentiría muchísimo que me lo llenaran de ladrillos y lujosos todoterrenos, lo que me temo que tarde o temprano sucederá....

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Pequeñas cosas las cosas asÍ? Qué va. Yo guardo de mi infancia pequeños objetos, incluso piedras, cuya simple contemplación me dan brillo a la ordinariez de la vida cotidiana. Con frecuencia paseo por las calles de mi barrio de infancia, y mira que ha cambiado, buscando señas de identidad: detalles de fachadas, olores de portales, canalones con figuras, adoquines...¿Peuqeñas cosas? Reivindico el fetichismo del recuerdo, como el de esos paisajes aparentemente diminutos y desapercibidos como el que reflejas. Pero en ellos hay tactos, aromas, formas, vegetales, tránsitos...¿te parece poco? Enhorabuena, disfrútalo.

lagave dijo...

En los paisajes diminutos hay todo lo que dices, sí. Pero les falta, o en este caso al mío le falta, un no sé qué que te enamore. Estás bien, pero... Algo así como que a falta de pan, buenas son tortas. Hay lugares igualmente sencillos que desprenden otro tipo de vibración o de energía y llegan a hacer mella.
De todas formas, lo disfruto... Mañana por la tarde tengo una cita con él!

Anónimo dijo...

¿Y los lugares que surgen por sorpresa? No siempre están a mano, pero la vida tiene largo recorrido...Un impacto, un día, un descubrimiento...y se recuerda siempre. A mi me pasa. Ahora bien, tengo que recrearme en la memoria. Como tú dices, a falta de pan...buena es la imaginación (o la lectura) Bs. Ns.

lagave dijo...

Sí, hay sorpresas que te cautivan. Me ocurrió en la Fuente Agria, cerca de Trevélez, en Granada. Y en lo más alto del valle de Capileira, también en Granada, viendo el mar de nubes que subía hacia el Veleta. Y unas pozas de un azul increíble en el rio Ara, en el valle de Bujaruelo. Y....Y....Hay tantos lugares que añorar! Siempre nos quedará la memoria!

Anónimo dijo...

Ahhhh...Bujaruelo...una caída morrocotuda, y sin embargo sano y salvo, pero qué caída, qué dolor y al final qué risa de los circundantes...ya en el recuerdo...

lagave dijo...

Recuerdo que en la subida al puerto había una zona de pendiente con bastantes piedras sueltas. Si estabas bajando, adelantaste camino....Je!
Uno de mis asuntos pendientes es hacer la subida desde la Cola de Caballo hasta Marboré y llegar a Bujaruelo. Una vez allí, me gustaría ir a Gavarnie. Pero al paso que voy, será en otra reencarnación. Buena tarde-noche!