miércoles, enero 16, 2008

En los setenta y en dos mil.

Estación vacía en la noche cuajada de farolillos. Vías de tren que nacen y mueren en la lejanía.Brillo acerado en el cielo y en el suelo.
No sé dónde voy ni por qué voy. Sólo espero. No viene, no se ve su luz en línea recta entre las sombras. No podré ir a donde quiera que sea que deba ir.
Deseo insatisfecho, angustia, impotencia. ¿Qué haré? ¿Cómo podré? ¿Qué pasará?.
Alguien dice que ya se oye, que ya se ve, que ya viene, que hay que darse prisa.
¿Por dónde? ¿Por qué vía? No lo sé. No lo veo. Lo perderé.
Entre la negrura aparece su silueta verdosa, silenciosa aún. Para. me agarro a un barrote frío y gris. ¡Ya estoy! esta vez no se me escapará, no me quedaré en tierra!
Ando y ando por pasillos oscuros. No hay sitio para mí. Ni siquiera sé si en verdad éste es mi tren. No puedo bajar ahora, me perderé si lo hago. Sólo queda seguir a oscuras, a donde me lleve. Impotencia, angustia, deseo insatisfecho. Tristeza, dolor, miedo.


Durante un periodo de mi vida me vi obligada a esperar un tren que me llevaba de donde yo quería estar a donde no deseaba, y luego algo parecido se convirtió en uno de mis peores sueños. Esto lo escribí mucho tiempo después, esperando realmente el mismo tren de entonces, en el mismo lugar, y supuestamente, yendo a donde quería.
Los sueños y la realidad se cruzan y a veces se mezclan. Dejan una especial confusión que acompaña en la vigilia, se va diluyendo y se olvida hasta que vuelven por el mismo camino que llegaron. Los sueños, y la realidad, no se van.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

...De tal modo que resulta difícil distinguir cuánto de cada uno de nosotros -de nuestra esencia, de nuestro ser- vive de vida real o de vida soñada...Nada se va.

lagave dijo...

Y tanto que es difícil! pero es más difícil aún admitir que la vida soñada forma parte de tu vida....