Ella vive en el bosque, junto a la cascada. Al amanecer la bruma la envuelve, adornando su pelo con diminutas perlas de agua. Pasa el día jugando con el sol, las luces y las sombras, tumbada sobre las blandas hojas y el musgo aterciopelado. Los pájaros la acompañan en su lento disfrutar.
Cada día, cuando cae la tarde, tiende sus manos al ocaso para atrapar los últimos rayos. Se baña en esa luz incierta y saluda a la primera estrella. En ese momento comienza su danza. Sus pies apenas rozan el suelo, las ramas de los árboles bajan hasta ella y la acarician. El ruido del agua al caer es su música. Poco a poco entra en la poza, se acomoda entre las ondas. Duerme entre líquidos sueños bañada por la luna.
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