El deseo entre tú y yo
se desvanece
como un perfume a lo largo del día.
¿Y del amor?
¿Qué quedó?
El amor...
nunca existió!
Entre tú y yo
sólo queda ese aroma muerto
de flores tiernas
que vivieron junto a mi corazón.
Y será que no debía ser.
Que no había nada.
Sólo ese deseo incontenible
de apurar el vaso,
de exprimir la fruta,
de apagar el fuego.
De apoderarse y devorar,
engullir, fagocitar...
Y luego mirar atrás.
Y olvidar.
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