Debió de ser sorprendente para un españolito de menos de veinte años el viaje desde España hasta el lago Ladoga, cerca de Finlandia. Atravesar Europa en guerra, la destrucción, los combates....Pero apenas sé nada de él, porque casi nada contó. Únicamente, que los trenes eran muy rápidos, comparados con los de aquí, que eran de madera y podías subir y bajar en marcha de ellos sin problemas. Si serían rápidos, que a veces tiraban una sopa asquerosa que les daban para comer por la ventana, y entraba por la ventana siguiente. De lo que se deduce que no iban en furgones cerrados como de mercancías o ganado, lo que demuestra una cierta atención por parte del Ejército alemán.
Una vez establecidos, les dieron una equipación que a todos les pareció excesiva. Estaban acostumbrados ala ropa de legionario, apta para el desierto, y se encontraron con interiores como de seda (que debía de ser nylon) chaquetas gruesas, capotes, botas claveteadas, casco y fusil de repetición en lugar de carabina. Todo un lujo.Pero era lo normal o incluso menos de lo necesario para sobrevivir a cuarenta grados bajo cero.¨
Él ha contado siempre muy poco de estos dos o tres años, sólo retazos. Los demás tuvimos que suponer que fue demasiado duro lo que vivió y no quería recordar. Parece que la mayoría de los que allí estuvieron han tenido una reacción parecida. Pero algo se le iba de vez en cuando y por eso tengo una ligera idea de lo que pasó.
El lago se helaba en invierno, cosa asombrosa para estos sureños, y lo más llamativo es que tendían una vía para que pasara el tren y ahorrarse unos buenos kilómetros rodeando.
Todo estaba rodeado de un bosque impenetrable, en el que los rusos acechaban entre los árboles, envueltos en sus capotes de piel. Los campesinos eran bastante mayores y escépticos en cuanto a guerras y bandos, supongo que por haber pasado las mismas miserias con todos los regímenes políticos. Las mujeres, robustas ellas, partían la leña que los "chicos" no podían partir, causando el lógico asombro.En los campos, el trigo crecía debajo de la nieve, y en el deshielo iba levantándose poco a poco.
Las tropas de la División vivían en bunkers, de los que apenas salían por las temperaturas si no era para combatir. En alguna ocasión salían por efecto de la onda expansiva de algún morterazo, pero por las ventanas y sin quererlo. A pesar de eso, los rusos no les tenían especial manía y preferían dedicar sus atenciones a los alemanes.
El bosque era un lugar peligroso, ya que los tiradores se emboscaban entre los árboles y esperaban el paso de las patrullas para atacar. Pronto aprendieron los españoles la técnica, y el capitán de la compañía le eligió por ser tirador de primera y se lo llevó a subirse a los árboles y esperar a los que les esperaban. Joven, hábil, inconsciente....¿qué haría? Silencio.Cada ruso que caía suponía un capote de piel que ayudaba a pasar el invierno.
A veces dejaban su base para acercarse a posiciones enemigas y verse las caras. En una ocasión, llegaron a una casa que tenía un gran patio central y aparecía desierta. Entraron, y en un momento, la nieve se levantó del suelo y de los tejados y empezaron a disparar por todas partes, de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo. Desconcertados, indefensos,unos huyeron y los más quedaron heridos o muertos. Él tuvo suerte o fue más rápido, y salió.
De lo más duro fue el cerco a Leningrado, una batalla que supuso un desgaste descomunal en la ciudad y en los sitiadores. Él cuenta los palacios que se podían ver, la riqueza que encerraba esa ciudad, pero no sé cómo pudo llegar a verlo, si es que lo vio. Cuando se comprobó que era imposible tomarla, se retiraron los ejércitos y las tropas españolas fueron obligadas a marchar. Todas excepto un grupo de voluntarios entre los cuales se hallaba, cómo no, él. Quedaron allí por un tiempo, y mientras tanto la guerra se fue resolviendo y la desbandada alemana fue general. Ellos estaban en tierra de nadie, con los rusos en los talones, así que tuvieron que huir a marchas forzadas, con la artillería tirada por mulas que al final del camino les sirvieron de comida. Cruzaron Polonia a pie, y al llegar a territorio alemán fueron embarcados en aquellos mismos trenes rápidos que les habían traído y, pasando por Francia, sorteando las tropas aliadas, les devolvieron a la frontera española.
Por fin en España.....y vuelta a empezar.Tocaba encontrar el lugar que cada uno había dejado al irse.
Por fin en España.....y vuelta a empezar.Tocaba encontrar el lugar que cada uno había dejado al irse.
2 comentarios:
Te recomiendo el libro "Diario del sitio de Leningrado" de Lidiya Ginzburg, precioso (en su contexto terrible, claro)
(Perdón por la interrupción, puedes continuar
Muchas gracias, lo buscaré.
Intentaré acabar lo que he empezado, pero ya me cansa.
Chao!
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