Me importan dos cosas, y media más. Todo se me está volviendo relativo. Todo se deprecia, todo se aplana. Todo se vuelve gris. Como el día. Me vuelvo hacia mí misma, me recojo como un no nato. Regreso.
Y si esas dos cosas, y media más, se resolvieran, tengo serias dudas sobre si algo me interesaría. Hasta tú has perdido la categoría de "divina ocupación".
Podría pasar casi de todo. Es mucho, todo. Pero, sí.
Y si esas dos cosas, y media más, se resolvieran, tengo serias dudas sobre si algo me interesaría. Hasta tú has perdido la categoría de "divina ocupación".
Podría pasar casi de todo. Es mucho, todo. Pero, sí.
2 comentarios:
Pues mira, Lagave. A mi, que todo se volviera relativo me reforzó, me dotó de mayor fortaleza, me dio más calma. Fue hace no mucho tiempo. Todo me lo tomaba más a pecho, aunque aún las cosas me afectan mucho, porque uno es como es. Pero esa especie de racionalización que distancia, que nos vuelve precavidos y más serenos y que consiste en no dar calidad de absoulto a NADA, porque nada es tal, me ayudó bastante. Desconfía de lo absoluto (pongas el término que pongas) y verás cómo te interiorizas de otra manera (o no) Pero yo lo he intentado. Buen viernes, Lagave, cuídate del mal tiempo, porque puede haberlo pero, jaj.
Fackel, si la relativización fuera fruto de un trabajo consciente o intencionado, algo así como el rechazo de los apegos para alcanzar el nirvana, me parecería estupendo. Pero esto es más bien fruto de la excesiva importancia que doy a tres cosas. Éstas apabullan a las demás, consiguen que todo se minimice, y que pierda el interés por cualquier otra.
Pero, sí tienes razón, quizá tenga que relativizar justo eso que se ha agrandado tanto porque no se merece la categoría que le estoy dando y hace que pase de puntillas sobre todo lo que me rodea.
Buen fin de semana. Procuro cuidarme de las heladas mañaneras, ojo tú con la niebla....
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