Su persona, sus costumbres, todo en general, había sido cuestionado desde que llegó a aquel lugar. El proceso fue lento, quizá porque al principio dudaban de su permanencia allí y la veían como una simple visitante. Pero a medida que sus estancias se hacían más frecuentes y largas, y se empezó a ver que aquello respondía a algo serio y con un propósito definido, las críticas se acentuaron y se generalizaron. No eran abiertas ni explícitas, todo fluía solapadamente, como una filtración de agua que va socavando los muros de una casa.
Un comentario aquí, otro allá.Una mirada, un gesto. "No nos gustas, eres diferente"."Vete, vienes a llevarte algo nuestro". Ante aquellas actuaciones tan poco definidas y tan sutiles a veces, no cabía una respuesta contundente. Adaptarse, sobrevivir, y disfrutar de lo que hacía que estuviese allí.
Sólo aquel hombre se permitía decir abiertamente y en su cara lo que pensaba.
-¿Otra vez aquí? ¿es que te echan de tu tierra?
- Eres de mala raza, comes y no engordas.
Y a veces, un gesto torcido, una mirada de medio lado y un escurrido apretón de manos cuando no tenía más remedio que saludar y dar la bienvenida.
El no reconocimiento, la negación hacían que Nina se esforzase en afirmar su existencia, su presencia, su derecho. Y a la vez se veía obligada a verse con unos ojos que no eran los suyos y que le devolvían una pobre imagen de sí misma. Y a la vez reconocía su imagen familiar que la había llevado hasta allí, su yo, que le decían que no tenían razón ni justificación.
Batalla absurda. Contradicciones dolorosas. Empeño vano. Energía perdida. Tiempo perdido.
Ella, que no era hábil en la lucha, sólo supo resistir y afanarse en demostrar lo que a casi nadie le interesaba. No hubo intercambio de estocadas ni golpes certeros. Nada de demostraciones de fuerza. Encajar y esperar. Energía perdida, tiempo perdido...
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