"Permitirse. Es la hora de ir a permitirse. Vamos a permitirnos."
Uno de tantos lenguajes pervertidos por la lógica de los niños, de uso en aquel colegio de piso. Mundo paralelo al de los adultos. Mundo de olor a viruta de lápiz y goma de borrar, de tachones y mesas raspadas, de hora de bocadillo sin patio. La sinrazón corregida por la razón de los más pequeños.
"Escribe entre las dos rayas sin salirte ni por arriba ni por abajo"
En aquel lugar pedían cosas imposibles, pero parecía que todos tenían habilidad para hacerlas. ¿Cómo se las apañaría pues para meter aquella letra grande y temblorosa en esas pequeñas vías de tren que no llevaba a ninguna parte?. Y lo rápido que se desgastaba el lápiz! Afortunadamente, su padre se ocupaba de sacar punta con un cuchillo para que resultara más fácil. "¡Que no, que te he dicho que no vuelvas a traer ese lapicero de tinta, que es morado y no marca bien! "¿Qué se puede decir a una madre que está enamorada del morado porque le recuerda la bandera republicana y no entiende de tecnicismos caligráficos?
"La plumilla no se aprieta sobre el papel" ¿Pero cómo no se iba a apretar la plumilla si el lápiz morado no marcaba bien y había que apretar un montón? ¡Qué incoherentes eran los útiles de escritura! ¡Y qué bellas las gotitas de tinta en el papel, y el trazo abierto de la pluma despatarrada por aquellos dedos inexpertos!
"Hay que pasar la aguja por cada cuatro hilos, sin tirar de la hebra para que no se arrugue la tela". Había que pasar la aguja, había que pasarla; pero la punta no quería entrar exactamente por donde se juntaban los cuatro hilos con otros cuatro hilos, recalando en algún dedillo de paso. Prefería cinco, o seis, pero cuatro...Sangre, sudor y hierro, las niñas cosen. Las niñas cosen sábanas de plancha para madres a las que no les gusta planchar y que pasan su tiempo huidas en Galerías Preciados. Las niñas cosen mantelitos de merienda en panamá para mesas con hule donde no se merienda nunca.
C'est la vie, mon vieux.
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