Cuando tenía quince años caí por primera vez en la trampa.
Hombres que sufren... Oh, Señor! que lástima! Aquel indio larguirucho y solitario que em fascinó....Ser controvertido, polémico, rumiante de ideas sin fin. Se iba a Vietnam, a la guerra.
Y yo escuché algo que resumió lo que iba a ser mi lema a lo largo de la vida:
"like a bridge over troubled water, I will lay me down, when you're down and out, I will comfort you" Bla bla bla bla.
El Hombre-que-sufre. El hombre oscuro que se encierra en sus pensamientos. Y yo, la salvadora, la que le allanaría el camino, le daría árnica para sus heridas. Y mercromina, yodo, tiritas, gasas, algodón, vendas. Y por qué no una radiografía, por si acaso? Una escayolita... Y un caldo con una yema de huevo. Y qué más?
Tres piedras. Tres piedras que tendría que haber usado para darme con ellas en la cabeza, a ver si se me iban de una vez todas las pamemas del Hombre-que-sufre. O para darles a ellos, a ver si se espabilaban y miraban a su alrededo, y no a su ombligo.
Toda una vida, como dice el bolero, una vida de puente a puente y tiro porque me lleva la corriente. Ya tengo unos cuantitos golpes que me he dado por esas orillas, y rasguños y arañazos. Y ya estoy hasta los mismos moños que no tengo, por cierto, que me corté el pelo hace un mes.Y nada, que paso de puentes y aguas turbulentas y aquí estoy yo, ya sabes, para lo que necesites, soy buena, tu amiga, sí. Narices.
Lo más, lo más que admito es ése, mi río, el de mi montaña,claro y nada pero nada turbulento, que lo puedo pasarsaltando de piedra en piedra, y quien quiera que lo pase conmigo, y si no, que se quede sentado. En una piedra.